Este año al trabajar el Plan Estratégico nos hemos preguntado hasta dónde tenemos incorporado en nuestra actividad un enfoque que tenga en cuenta la situación de las mujeres. Y tenemos que reconocer que hay un gran trecho entre lo que afirmamos y lo que realmente llevamos a la práctica. No es suficiente con decir que se está en contra de la desigualdad. En esta tarea se necesita algo más que poner en marcha algunas iniciativas de mejora y determinadas prácticas a favor de las mujeres.

Vivimos una sociedad marcada desde hace siglos por la hegemonía masculina que se manifiesta sobre todo en unas relaciones de poder dominantes y en una cultura hecha a imagen y semejanza de los hombres. Por eso, el primer paso es reconocer la existencia de esa desigualdad fundamental entre hombres y mujeres. Esto supone asumir que las funciones, espacios y capacidades socioculturales atribuidas a las mujeres les coloca en una posición de desventaja para el ejercicio de sus derechos. Y, de alguna manera, esto forma parte de nuestra visión actual, porque así lo hemos vivido y así nos han educado. Necesitamos analizarnos como personas y mirar hasta dónde nuestras actitudes responden todavía a una visión masculina.

El hecho de que las mujeres no tengan las mismas oportunidades de ampliar las capacidades no es una casualidad, sino que responde a estructuras de poder que permiten a unas personas, los hombres, llevar adelante sus capacidades y a otras, las mujeres, no. No cabe pensar el empoderamiento de mujeres como un proceso individual, que promueve el desarrollo de capacidades sin cuestionar la injusticia estructural presente en los contextos sociales y políticos. Al contrario, el empoderamiento debe concebirse dentro de un proyecto de transformación social feminista, que busca articular los cambios individuales con la acción colectiva para la construcción de sociedades con proyectos de transformación social y política.

Por eso, para el feminismo es fundamental el planteamiento colectivo: requiere una nueva democratización que recoja las voces no representadas y que permita la construcción de canales que hagan posible la entrada de las mujeres en los procesos de elección social, formando nuevas instituciones. Se rechaza la pretensión de “ser integradas” en espacios que ya están definidos de acuerdo a valores e intereses patriarcales. No es una posición pasiva o limitada que afirma que las mujeres tienen percepciones incorrectas, sino de identificar los condicionantes y restricciones externas que impiden manifestarse y actuar según sus propios intereses.

El nuevo Plan Estratégico quiere potenciar la presencia de la visión feminista en nuestro proyecto. Para ello, establece la Igualdad de género como un eje transversal que tiene que impregnar toda nuestra actividad. Hay que reconocer que en Bizitegi no partimos de cero, ya los datos de nuestra intervención están segmentados para hombres y mujeres, de cuyos datos sacamos áreas de mejora. Pero también nos preguntamos hasta dónde recogíamos con ellos la compleja situación de violencia sufrida por las mujeres. Una violencia que se manifiesta de muchas formas, más allá de la meramente física, y que no siempre es reconocida y visibilizada. Hasta qué punto se aceptan inconscientemente cierto tipo de relaciones sometidas, ciertos roles limitantes, etc.

Hace un par de años Bizitegi inició un proceso para dar una respuesta integral y especifica desde una perspectiva feminista a la exclusión residencial, tras comprobar que la adecuación de los recursos actuales, orientados a la atención de hombres era una respuesta muy deficiente e inadecuada. Se reconocía que los actuales servicios de alojamiento son lugares muy masculinizados que resultan especialmente hostiles para las mujeres en situaciones de vulnerabilidad. Era necesario generar espacios seguros solo para mujeres con los cuidados como eje central, rebajando así niveles de ansiedad e inseguridad que permitan caminar hacia una mejora de autoestima y por ende una mejora en la calidad de vida.

En ese proceso fue muy importante la colaboración de personas expertas de la Universidad de Deusto en la realización de una investigación que puso de manifiesto las carencias en el tratamiento dado a las mujeres y la gravedad de la situación que supone para ellas el sinhogarismo. Desde esas conclusiones y del trabajo hecho con la unidad de intervención de sinhogar de Bizitegi nace el proyecto Borobiltzen, liderado por mujeres, que apuesta decididamente por la necesidad de crear espacios no mixtos donde se promueva un modelo de intervención innovador que ofrezca alternativas novedosas y actuales a la realidad que sufren las mujeres en exclusión. Borobiltzen se propone acompañar a las mujeres en sus procesos de un modo respetuoso y cercano, potenciando la identificación colectiva, creando vínculos más estables y seguros apoyadas por otras mujeres. Es importante decir que el diseño del proyecto se ha hecho desde el principio con la participación de las mujeres, que han expresado sus deseos y necesidades y a partir de ahí se va construyendo día a día la intervención social. Es una apuesta por crear espacios únicamente de las mujeres y para las mujeres, donde sean las sujetas activas y protagonistas.

Este es un paso en el compromiso por una igualdad real entre hombres y mujeres. Al darlo, creemos que es posible generar cambios en la construcción de una sociedad más justa que propicia la igualdad de oportunidades. Son tiempos de repensar fórmulas creativas, para asegurar la percepción de recursos que favorezcan la dignidad humana, a través de una serie de derechos que consideramos socialmente básicos y fundamentales, como son alojamiento, higiene, alimentación, seguridad y vinculación. Desde aquí tenemos que repensar nuestras fórmulas y nuestros modelos de intervención. Para ello se necesita un cambio personal de actitudes y valores que rompa con las viejas ideas. En Bizitegi queremos profundizar en este cambio, siendo conscientes de que es un proceso lento, de largo plazo y en el que tenemos que aprender y arriesgar. Pero creemos que merece la pena y que es nuestra responsabilidad hacerlo.

 

Junta Directiva de Bizitegi

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